La Paz: entre la depresión y la desazón

La ciudad de La Paz y sus habitantes viven hoy en la zozobra de una sociedad sin rumbo, inmersa en sus problemas, muchos de ellos derivados de una economía local que parece no ofrecerle satisfactores apenas para lo básico: educación, salud y alimentación y en medio de todo, una perceptible frustración social que agobia y empuja hacia la frontera de lo impredecible.

¿Qué podemos decirle a un padre de familia sin empleo, sin expectativas y más grave aún, sin motivación convertido en aquél que ya abdicó en su afán de lucha?.

¿Qué podemos esperar de una sociedad que entró en la fase superior de la depresión colectiva, esa misma que hoy toca las fibras de un tejido social severamente amenazado?.

¿A quién le toca el diagnóstico?. 

¿A quién la cura?.

Reflexión final:

Día a día las redes sociales ofrecen la crónica de la fatalidad (Verbigracia: reporteros urbanos), notas plagadas de lo que vende, la violencia en las calles -que estos días tiene tregua en esta capital-, pero quién habla de los efectos de esa frustración y esa depresión?. 

¿Dónde están nuestras universidades e instituciones públicas y privadas que debieran estar abordando y analizando estos temas desde todas sus aristas?. 

¿Dónde están los sociólogos, los antropólogos sociales que debieran también aportar y dar luz a un asunto de interés público que creo tiene mucho que ver con el comportamiento de masas ante una evidente desazón de no ver la luz al final del túnel?.

Gobernar debe considerar el centrar sus políticas públicas ante todo, en el bienestar de la familia, más allá de una simple visión asistencialista.

Gobernar significa o debería significar zanjar el camino para el desarrollo humano, ahora visiblemente interrumpido para las mayorías paceñas que tienen que enfrentar un futuro incierto.

Ni más ni menos.

Lo dejo a debate.