Guerrero Negro: Volver al mar, al México desconocido

Hoy se estrena en todos los cines de la república un thriller mexicano de suspenso que más allá de la temática tan socorrida que aborda, lo que verdaderamente me resulta atractivo fueron las locaciones donde al final decidieron rodarla: Guerrero Negro.

Una comunidad enclavada en la parte norte de Baja California Sur, en una región aislada de México y que es frecuentada todos los años por un turismo selectivo, con vocación ecologista y que  acude a los avistamientos de la ballena gris, mamífero marino que arriba desde la lejana Alaska para dar a luz en el sitio conocido como Laguna “Ojo de Liebre” y también a observar  las miles de aves migratorias que descansan en ese lugar de sus largas travesías por los litorales del continente americano.

A propósito de esta cinta denominada “Bajo la Sal” que sin duda debió revolucionar la tan monótona vida de un pueblo tranquilo donde casi todos viven de la exportación de la sal -allí se encuentra la salinera mas grande del mundo- es interesante imaginarnos cómo esta película contribuirá a que los mexicanos reencontremos una parte del “Otro México”  de ese país que Fernando Jordán, en su libro del mismo nombre, describiera en sus ensayos seguramente enriquecidos por la inmensidad de los paisajes sudcalifornianos que debieron estremecerlo por su belleza virginal.

Guerrero Negro es parte de ese México desconocido. Es paradójico que el Director de esta película, Mario Muñoz, afirme en los "detrás de cámara" que en ciertos momentos del rodajede la misma, llego a sentirse como si estuviera filmando en Marte, tal vez sí, sobre todo cuando sus ojos enfrentaban aquellos escenarios indescriptibles de la naturaleza, donde la mirada llega en momentos a perderse ante blancura de una sal cristalizada y brillante; ante la inmensidad del pacífico salado; ante las especies de una fauna que deambulan y revolotean en su hábitat, en su reserva. En pocas palabras, frente a lo contradictorio: una belleza inhóspita.